¿ESTAMOS EN LAS NUBES?
Por Mark Burns
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La nube de Internet reside en la superficie terrestre. Las decisiones que adopten los gigantes tecnológicos impactan en el medio ambiente. La responsabilidad ha de recaer también del lado de los usuarios
Primero sacas una foto – bueno, más bien 27– de tu hijo de tres años soplando las velas de su tarta de cumpleaños. ¡Qué mono! Luego las subes a Picasa o a Facebook, o las arrastras hasta Dropbox. Muy sencillo. Muy conveniente. Atención, pregunta: ¿y dónde dices que residen exactamente esas fotos? Solución, respuesta: En La Nube. ¿No es así? Así es. En cualquier momento y desde cualquier lugar podemos acceder al cielo con un aparato y volver a pillar uno de esos retratos. ¡Fium! Te cacé. Los archivos flotan alegremente por el ciberespacio. Nos aguardan sin prisas. Y el método, además de barato, resulta tremendamente ecológico. O, ¿no?
Si aterrizamos para comprobarlo, observaremos que esas fotos – junto a millones de Youtube videos, correos electrónicos, declaraciones de la renta, juegos interactivos, rayos equis, Tweets, novelas a medio terminar y todo tipo de documentos de esos que creamos, enviamos, recibimos y no borramos nunca; o sea, billones de archivos – están almacenadas en servidores masivos localizados en inmensas centrales de datos que ocupan tremendas extensiones de terreno en algún lugar de nuestro planeta. Lo que hasta ayer venía llamándose parque industrial, vamos. Y, mientras continúe en expansión el apetito insaciable por gozar de acceso instantáneo y permanente a nuestra información personal, el número de centrales de datos que pueblan la Tierra seguirá multiplicándose exponencialmente. Una a una irán creándose macro-plantas sedientas de energía. De muchísima energía. Ávidas de electricidad, vamos, para ser precisos.
O sea, que al la nube no es de algodón cien por cien. Que tiene licra. Que no funciona con motor de agua, como la que produce lluvia. Que la Nube, para centrarnos: si queremos que funcione hay que enchufarla. Ah, y espera, que también hace falta enfriarla. Tanto servidor en marcha genera una cantidad descomunal de calor y el proceso de bajarle los humos al motor para que no se gripe tira de consumo eléctrico, de tal manera, que hace girar la aguja del contador casi a la velocidad de la luz.
Greenpeace acaba de echar un vistazo a las fuentes de energía que 14 gigantes de la Tecnología de la Información (IT) utilizan para gestionar sus centrales de datos en todo el mundo. Un informe que cita a tres de las compañías con mayor expansión en la Nube (Amazon, Apple y Microsoft) y las vincula con la obtención de “energía sucia para alimentar sus nubes.” El record de contaminación se lo lleva Apple, gracias a que el 55 por ciento de sus servidores chupan de centrales térmicas alimentadas con carbón. Y las felicitaciones recaen en Yahoo! y en Google por convertir en prioridad de sus empresas la creación de fuentes de energía renovable allá donde instalan nuevas plantas. Reciben una puntuación, en el Índice 100 de Energía Limpia, de 56 y 39 respectivamente; mientras que el último puesto, a punto del descenso, recae en Oracle con un escueto 7.1.
La organización que vela por el medio ambiente pone de manifiesto que, cuando una empresa elige el lugar en donde va a albergar sus servidores, está escogiendo también el tipo de energía con que va a tener que alimentarlos durante un periodo muy largo de tiempo. Si una nueva Nube se instala allá donde la electricidad es producida por métodos altamente contaminantes, su presencia ayudará a perpetuar la fuente de contaminación. Al contrario, si una mega Nube con 800 millones de usuarios decide su ubicación en base a la proximidad geográfica con una central hidroeléctrica, como ha hecho Facebook en Lulea (Suecia); su compromiso garantizará la producción de energía renovable en el futuro. Yahoo! ha utilizado este mismo razonamiento para construir una sede en Lockport, Nueva York, donde por un lado se beneficia de la energía hidroeléctrica y, por otro, se ahorra gran parte del consumo gracias a que los fuertes vientos que soplan sobre el lago Ontario le ayudan a refrigerar sus máquinas.
Las decisiones que hoy adopten los gigantes del sector tecnológico van a impactar de forma definitiva en la conservación del medio ambiente y en el desarrollo de las energías renovables y está bien que organizaciones como Greenpeace presionen en ese sentido. Pero la responsabilidad ha de recaer también del lado de los usuarios. No estaría de más que cualquiera de nosotros, antes de archivar 27 fotos del mismo sujeto, nos planteáramos cuántos de los billones de megabytes que generamos diariamente con nuestros juguetitos electrónicos justifican el estrés medioambiental y el gasto de energía necesario para salvarlos en un servidor que, en teoría está en la nube y, en realidad, se encuentra en un lugar tan específico como Council Bluffs, Iowa. La Nube flota, sí; pero no por el cielo, sino más bien por la superficie. Resulta que era niebla, como la de los cuadros que pintan en China. Y, por mucho que nosotros la imaginemos en el firmamento; alegre, limpia y pura; esperándonos sin prisas a que le reclamemos la foto del cumpleaños desde un teléfono o una tableta… a esta Nube llevamos camino de convertirla entre todos en un indeseable trastero.
Mark Burns es guionista de cine
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