por Isaac Asimov
Francia se hallaba en medio de un torbellino. La Revolución, que había
comenzado en 1789 con la toma de la Bastilla, crecía en violencia. El «reinado
del Terror» comenzó en 1792. Los extremistas descargaban su venganza sobre
quienes habían participado en las injusticias cometidas durante la época de
los reyes.
Estaba, por ejemplo, la Ferme genérale, una corporación privada que se
había ocupado de cobrar para el gobierno los impuestos sobre la sal, el tabaco
y otras mercancías, pasando luego a aquél una suma fija. Cualquier excedente
sobre esa cantidad se la embolsaba la corporación. La mayoría de los
recaudadores —no hace falta decirlo— exigían hasta el último céntimo, y como
es natural, los campesinos, trabajadores y las clases medias los odiaban.
En noviembre de 1792 se dio la orden de arrestar a todos los antiguos miembros
de la corporación. Uno de ellos era Antoine-Laurent Lavoisier,
renombrado químico; no sólo había sido miembro sino que había casado con una
hija del director de la corporación, Marie-Anne Pierrette Paulze.
Cuando llegaron para arrestarle, alegó que no estaba metido en política y que
el dinero que había ganado con la recaudación de impuestos lo había destinado
a costear sus experimentos científicos. «Soy un científico», exclamó.
El oficial respondió rudamente:
«La República no necesita científicos.» (En lo cual se equivocaba,
claro está. La República sí los necesitaba, y de hecho les ayudó, excepto
cuando se soliviantaban las pasiones de las masas.)
El
2 de mayo de 1794 fue decapitado en la guillotina el mejor científico de
Francia. De todas las muertes que hubo en la Revolución, quizá fuese esa la más
señalada.
A su lado, la ejecución de un rey apenas fue nada.
El conde Lagrange, el gran astrónomo francés, lamentaría después:
«Bastó un momento para cercenar su cabeza, y cien años probablemente no
serán suficientes para dar otra igual.»
Diez semanas después de la ejecución fueron decapitados a su vez los
extremistas y acabó el terror. Diez semanas demasiado tarde.
Lavoisier, hasta su triste final, llevó una vida feliz. Nació en París, el 26
de agosto de 1743. Su padre era un abogado muy bien situado y el joven
Lavoisier no tuvo ninguna dificultad para adquirir una excelente educación.
Obtuvo su título en Derecho, pero estudió diversas ciencias y decidió
que le gustaban más que las leyes.
Entró en la Ferme genérale y utilizó el dinero que ganaba, junto con lo
que heredó de su madre, para equipar un excelente laboratorio para uso propio.
Su esposa, que no carecía de dotes para la pintura, confeccionaba las
ilustraciones para sus libros y le ayudaba a tomar notas de sus experimentos.
Lavoisier comprendió desde el principio la importancia que tenía la exactitud.
Sus experimentos se caracterizaron por el cuidado en las pesadas, el detalle
de las mediciones y la meticulosidad en las notas; su método llamó tanto la
atención que le admitieron en la Académie Royale des Sciences en 1768,
cuando tenía veinticinco años.
Pero fue al año siguiente cuando demostró por primera vez la importancia de la
precisión. En aquella época había todavía químicos que creían en la vieja
doctrina de
los «cuatro elementos»: fuego, aire, agua y tierra; y pensaban
que si se calentaba agua durante un tiempo suficiente se convertiría en
tierra. Como prueba de ello señalaban el sedimento que aparecía en el agua
tras hervirla durante cierto tiempo.
Lavoisier, que no se contentaba con mirar, calentó agua durante ciento un
días. El sedimento apareció, como era de esperar; pero Lavoisier cuidó de
pesar el recipiente de vidrio que contenía el agua, antes y después de
calentar. Y demostró que el peso perdido por el vidrio era justamente igual al
peso del sedimento. El sedimento provenía de cambios en el vidrio, no del
agua.
Lavoisier tenía vocación pública: fue miembro de varias comisiones y comités
encargados de investigar las miserables condiciones de los campesinos. Esta
conexión con el gobierno repercutió en contra suya en el proceso. Pero lo
cierto es que aunque los jueces revolucionarios no quisieron verlo, uno de los
servicios públicos de Lavoisier tuvo importantes consecuencias para la
humanidad.
En cierta ocasión le habían pedido que hiciera un estudio de métodos prácticos
de alumbrar las ciudades de noche; Lavoisier examinó diversos combustibles
para quemar en las lámparas, y a partir de entonces empezó a interesarse en el
problema general de la combustión.
Por aquella época el fenómeno de la combustión se explicaba con la «teoría del
flogisto», propuesta hacía setenta años. La teoría afirmaba que los metales
estaban compuestos de cal (lo que hoy llamaríamos «óxido») más una sustancia
misteriosa llamada flogisto. Al calentar un metal, escapaba el flogisto y
dejaba tras de sí la cal.
La teoría era falsa, como sabemos hoy, e indujo a los químicos a una confusión
aún mayor. Se demostró, por ejemplo, que la cal pesaba más que el metal
original. La única manera de explicarlo era suponer que el flogisto tenía un
peso ¡negativo!
Lavoisier abordó el problema en 1772. Junto con otros químicos reunió dinero
para comprar un diamante, sobre el cual concentraron calor con ayuda de una
gran lupa: el diamante ardió por completo y desapareció. Luego quemó también
azufre y fósforo, y calentó estaño y plomo hasta obtener cal. La conclusión a
que llegó fue que la combustión y la formación de cal entrañaban el mismo
proceso natural.
El azufre, el fósforo, el estaño y el plomo ganaban peso al quemarlos o
reducirlos a cal. Algunos científicos habían sugerido que el peso aumentaba
porque los materiales ganaban «partículas ígneas». ¿Qué era, pérdida de
flogisto o ganancia de fuego?
Lavoisier aclaró la cuestión sin dejar lugar a dudas. Calentó estaño en un
recipiente cerrado. Parte del metal se convirtió en cal, pero el peso no
aumentó para nada. Sin embargo, al abrir el recipiente y entrar el aire, sí se
observó un aumento de peso. Era claro que el metal, al calentarlo, absorbía
algo del aire, formando una cal más pesada y un vacío parcial. El peso que
ganaba la cal lo perdía el aire.
Los experimentos de Lavoiser le llevaron a afirmar que en cualquier reacción
química en un sistema cerrado no había ni pérdida ni ganancia de peso: el
primer enunciado del importante
Principio de Conservación de la Masa, cuyo significado es que
la materia no puede crearse ni destruirse; las reacciones químicas sólo
pueden transformarla de una forma a otra.
De allí sólo había un paso a la formulación de las ecuaciones químicas, que
demuestran que la masa de los materiales antes de cualquier cambio químico
tiene que ser igual a la masa de los productos creados por ese cambio.
Joseph Priestley (1733-1804),
el clérigo inglés que había descubierto el oxígeno, viajó a París en 1774 y
habló con Lavoisier, quien inmediatamente vio la importancia de este elemento.
Volviendo a los experimentos, demostró que cuando el carbón vegetal se quemaba
en el aire o cuando el metal formaba cal, sólo se consumía parte del aire y el
resto no permitía la combustión en su seno. Pero si se utilizaba oxígeno puro,
las sustancias ardían o formaban cal mucho más fácil y rápidamente que en aire
ordinario, consumiendo además todo el oxígeno.
Lavoisier descubrió que en el aire se contenía tanto oxígeno como nitrógeno (a
este último lo llamó «azote», que significa «sin vida») y que la combustión (y
también la vida) consistía en la combinación con oxígeno.
Lavoisier publicó en 1786 un artículo que había escrito tres años antes y que
resumía sus experimentos. La interpretación que daba allí de la combustión es
la que seguimos utilizando hoy día. El flogisto murió de una vez para
siempre.
En 1787, y junto con otros tres químicos, publicó un libro titulado
Méthode de nomenclature chimique en el que se establecían reglas
lógicas para designar los compuestos químicos. Los nombres de los compuestos
habían dependido hasta entonces del antojo de cada químico. Cuando hoy
hablamos del cloruro sódico o del clorato potásico estamos
utilizando nombres que concuerdan con el esquema de Lavoisier.
Lavoisier coronó finalmente su obra en 1789 con la publicación de un manual de
química titulado Traité élémentaire de chimie, que recogía las nuevas
ideas descubiertas por él. Fue el primer texto moderno de química.
En el climax mismo de su obra, el mismo año que se publicó su tratado, comenzó
la Revolución Francesa. A principios de 1792 tuvo que abandonar su
laboratorio. Pocos meses después fue arrestado.
Su valiosa vida terminó para él mismo y para el mundo, cuando sólo contaba
cincuenta y un años.
A Lavoisier se le llama el «padre de la química moderna», y con justicia.
Haciendo gala de ilimitada energía e inigualable sagacidad sacó a la química
de un callejón sin salida y la puso en buen camino.
No cabe duda de que si Lavoisier no hubiese vivido, otro químico o grupo de
químicos habrían llegado a las mismas conclusiones. Pero es difícil imaginar
que una sola persona hubiese hecho más que él y en menos tiempo.
De todas sus contribuciones, la más importante quizá fuese la idea de que los
químicos tienen que medir y pesar con toda precisión. Los químicos jamás
olvidaron la lección y desde entonces han tratado de ser «cuantitativos».
Todos los milagros de la química actual —nuevos combustibles, aleaciones,
explosivos, fibras, plásticos, etc.— tienen su origen en el hombre que dio a
la química su nuevo rostro y enseñó a los químicos el camino correcto de la
experimentación.
RESUMEN BIOGRÁFICO
Antoine Lavoisier fue un científico francés del siglo XVIII, considerado el
padre de la química moderna por transformar la disciplina de una ciencia
cualitativa a una cuantitativa. Fue fundamental en la Revolución Química al
descubrir el rol del oxígeno en la combustión y la respiración, nombrar
tanto el oxígeno como el hidrógeno, y establecer la ley de la conservación
de la masa.
Principales contribuciones
• Combustión y respiración: Demostró que la combustión y la respiración no eran procesos que liberaban
"flogisto", sino reacciones químicas que consumían un gas específico que él
nombró "oxígeno".
• Ley de la conservación de la
masa:
Confirmó que la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma, un
principio fundamental en la química.
• Agua:
A través de experimentos, demostró que el agua está compuesta por oxígeno e
hidrógeno, refutando la idea de que era un elemento.
• Nomenclatura: Nombró los elementos químicos oxígeno e hidrógeno.
• Método experimental:
Promovió el uso de mediciones precisas y la creación de laboratorios para
que otros químicos pudieran estudiar y aprender de sus avances.
Otros aspectos de su vida
• Antoine-Laurent de
Lavoisier
nació en París, Francia, en 1743 y era hijo de una familia noble.
• Marie-Anne Paulze:
Se casó con Marie-Anne Paulze, quien colaboró estrechamente con él en sus
experimentos y se encargó de traducir y publicar sus trabajos.
• Servicio público: Además de su trabajo científico, fue un servidor público y asesor en
asuntos financieros para el gobierno francés.
• Ejecución:
Fue arrestado y guillotinado en 1794 durante la Revolución Francesa, en
parte por su asociación con la recolección de impuestos.
ENLACE: Biografía de
Antoine Laurent Lavoisier, en Wikipedia
ENLACE:
Momentos estelares de la ciencia
¿QUIÉN FUE JOSEPH PRIESTLEY (1733-1804)?
Joseph Priestley fue un científico, teólogo, filósofo y teórico
político inglés del siglo XVIII, conocido principalmente por su descubrimiento
del oxígeno (al que llamó "aire desflogisticado") en 1774. También se
le considera el inventor del agua carbonatada y fue uno de los primeros
en identificar y estudiar otros gases como el amoníaco y el
monóxido de carbono. Debido a sus puntos de vista políticos radicales,
su casa fue destruida en un motín en 1791, lo que lo llevó a emigrar a Estados
Unidos, donde vivió hasta su muerte en 1804.
Descubrimientos científicos
• Oxígeno: Aisló el oxígeno
calentando óxido de mercurio y observó que una vela brillaba más en este gas,
aunque no entendió completamente su naturaleza química.
• Otros gases: Aisló y
describió propiedades de otros gases importantes, como el amoníaco, el óxido
nitroso, el dióxido de azufre y el monóxido de carbono.
• Agua carbonatada: Desarrolló
un método para producir agua con gas añadiendo dióxido de carbono, lo que
sentó las bases para la creación de las bebidas gaseosas.
• Fotosíntesis: Fue el primero
en observar que las plantas verdes liberan oxígeno y lo necesitan para crecer,
lo que apuntaba a la importancia del papel de la luz en el proceso.
Otras facetas y legado
• Polímata:
Escribió más de 150 obras sobre ciencia, religión y política, demostrando una
gran versatilidad.
• Teólogo y filósofo:
Fue un pensador liberal y un clérigo que, al cuestionar la divinidad de Jesús,
se convirtió en uno de los primeros unitarios.
• Teórico político: Apoyó la Revolución Americana y la Revolución Francesa, lo que le causó
problemas y lo obligó a exiliarse en Estados Unidos.
• Pionero de la representación
gráfica:
Creó gráficos para representar hechos históricos, sentando las bases para las
representaciones gráficas modernas.
• Reconocimiento: Fue amigo de figuras notables como Benjamin Franklin y
James Watt. Fue miembro de la Academia Francesa de Ciencias en
1772.
ENLACE: Biografía de
Joseph Priestley, en Wikipedia

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