Por FARHAD MANJOO
WSJ
Con el cambio de redes, los operadores podrían cobrar más a los que deseen ver series como "Orange is the new Black" de Netflix.
Hace unos meses, pasé una hora en un "chat en vivo" con un representante de servicio al cliente de una empresa de cable estadounidense. Estaba considerando contratar los servicios de la empresa, pero tenía una solicitud concreta: quería comprar el paquete de menor costo —los menos canales posibles— combinados con el servicio de Internet de mayor velocidad. También quería tener acceso a los canales premium. ¿Se podría obtener ese paquete a la medida?
La respuesta sencilla: es posible, tras saltar algunos obstáculos. Conforme navegaba por la conversación, me animó un pensamiento valioso y simple: algún día, esto no será necesario.
Pronto, pensé, se acabarán todas estas combinaciones y complicadas elecciones de paquetes. En unos años, a medida que más servicios de entretenimiento y comunicaciones se vuelven disponibles en Internet en lugar de mediante sistemas administrados centralmente como la TV por cable, muchos de nosotros solamente tendremos que obtener una línea de banda ancha (o servicio inalámbrico) súper rápida para nuestros hogares. Por mucho tiempo, esta ha sido la gran promesa de la web: la gran liberación del contenido digital de sistemas de transmisión como las redes de cable y telefonía, una liberación que ya nos ha otorgado una mayor variedad de programación a menores precios.
¿Pero qué pasaría si mi sueño de liberación no se hace realidad? ¿Qué si, incluso tras cortar el cable, los diferentes niveles de canales y paquetes de servicios regresan a atormentar la web? Con la decisión de la semana pasada de un tribunal federal en Estados Unidos de anular las famosas reglas de neutralidad de redes de la Comisión Federal de Comunicaciones de EE.UU. (FCC por sus siglas en inglés) en las líneas de banda ancha de hogares —y conforme los gigantes de telecomunicaciones como AT&T exploran planes para permitir que las empresas de entretenimiento "patrocinen" los planes inalámbricos de sus clientes— parece que quizás los paquetes de servicios nunca serán eliminados.
Los detalles regulatorios son complejos, y tanto los críticos como los promotores están de acuerdo en que las nuevas reglas modifican el modelo de negocios básico de Internet. Hoy en día, uno paga por un determinado tipo de línea de banda ancha (rápido o lento), y después uno tiene la libertad de navegar o descargar cualquier contenido con esa línea. Con las reglas que están surgiendo, los proveedores de banda ancha tendrían la capacidad de cobrar al usuario diferentes precios en base a contenido, y no solo velocidad.
Esto crea un modelo de negocios similar al del cable, en que las empresas de entretenimiento y los proveedores de cable entablan negociaciones intensas para determinar los distintos paquetes de la programación de cable para el cliente. En otras palabras, estamos observando la cabletización de Internet.
Imagine si a la hora de contratar el servicio de banda ancha con su operador favorito, la empresa le cobrara un precio bajo por un plan de Internet que le permitiera acceder al servicio de renta de videos de Amazon, y un precio mucho mayor por un plan que permitiera Netflix. O suponga que su empresa celular le ofreciera esta propuesta: usted puede recibir un plan de datos muy barato que sea patrocinado en parte por Google, Amazon y Netflix. De cualquier forma, tendrá que pagar por los videos de esas empresas, pero las descargas de sus servicios no serían tomadas en cuenta en su límite de datos mensual. Sin embargo, hay un detalle. Si quiere ver videos de otro proveedor —como iTunes de Apple, por ejemplo— los videos podrían rebasar sus límites de descarga, y tendrá que pagar una cuota adicional a la empresa telefónica.
¿Aceptaría esa oferta? Depende de cuánto le gusten los videos de Google, Amazon y Netflix, y si puede vivir sin iTunes. Los promotores dicen que tales acuerdos mejorarían su servicio y reducirían los precios; si su empresa recibiera pagos de las compañías de contenido, en teoría podría cobrar menos al usuario, y tendría una fuente de ingresos adicional para expandir su red.
Quizás ni siquiera pierda mucho acceso a servicios de grandes empresas, ya que su operador obviamente aceptará el dinero de todos. Entonces si Apple siente que está perdiendo ventas en iTunes por que no está patrocinando las líneas de banda ancha de sus clientes, simplemente comenzaría a pagar.
El contraargumento es que las empresas de contenido simplemente transferirían los costos adicionales al cliente. Si Netflix tuviera que pagarle a su operador por una parte del plan de datos del cliente, ¿no aumentaría lo que cobra por el servicio? ¿Si YouTube de Google tuviera que hacer eso, no mostraría más anuncios al usuario?
Por tanto, en un Internet libre de reglas de neutralidad, el efecto directo en los consumidores podría no ser muy evidente, al menos en el corto plazo. Esto nos lleva a los verdaderos perdedores a largo plazo en la cabletización de Internet: las startups. ¿Qué le pasa al próximo Netflix o Skype o Instagram, la próxima firma que genere una idea estupenda para un servicio que requiera mucha banda ancha, pero que no cuente con suficientes fondos para pagar a AT&T para obtener un paquete patrocinado? Claro, aún así podría usar las aplicaciones de la empresa, pero si le preocupa su límite de datos mensuales, ¿intentaría usarlo despreocupadamente? Seguramente lo pensaría dos veces.
Hay algo interesante aquí: la pelea en torno a la neutralidad de Internet normalmente se presenta como una batalla entre las empresas de cable y telefonía de un lado y los gigantes de contenido de Internet, como Google y Netflix, en el otro.
Pero la batalla no es tan clara. Para los gigantes tecnológicos, un Internet que sea menos acogedor a startups quizás no sea tan terrible. Facebook puede pagar a los operadores una cuota para patrocinar el plan inalámbrico del cliente. Pero un nuevo competidor de Facebook no podrá hacer lo mismo, por tanto acceder a su aplicación le costará a usted. Desde ese punto de vista, las nuevas reglas serán una forma estupenda para que los gigantes tecnológicos aseguren el status quo.
Lo que hace que Internet se parezca mucho más al cable, en que un puñado de empresas de telecomunicaciones y contenido determina la mayoría de la programación, y la única elección del cliente es el paquete. Escójalo con cautela.
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