Un diario privado de Einstein revela sus ideas racistas. El científico muestra sus chocantes prejuicios contra las personas que conoció en un viaje a Asia. Se ensaña especialmente con los chinos: «Son sucios y obtusos», dice
«La raza es un fraude. Todos los pueblos modernos son un conglomerado de tantas mezclas étnicas que no existe ninguna raza pura». Así se expresaba Albert Einstein en una entrevista a la revista estadounidense Saturday Evening Post. Pero el mismo hombre que en público decía que la xenofobia es una «enfermedad de los blancos», también era capaz, en privado, de expresar los más desagradables prejuicios. La publicación de los diarios que el físico teórico escribió durante un viaje a Asia en la década de 1920 ha sacado a la luz las sombras de su autor. En sus páginas, el que también fuera un icono humanitario muestra su chocante desprecio hacia algunos pueblos asiáticos, especialmente los chinos.
viernes, 15 de junio de 2018
viernes, 8 de junio de 2018
ISAAC NEWTON
Por Isaac Asimov
Cuenta la leyenda que en 1666, cuando Isaac Newton contaba veintitrés años, vio caer una manzana de un árbol. No era la primera vez que lo veía, ni él ni muchas otras personas, por supuesto. Pero esa vez Newton miró hacia arriba: sobre la campiña inglesa, en medio del cielo diurno, se divisaba una media luna muy tenue. Newton se preguntó: ¿por qué la Luna no cae, igual que la manzana, hacia la Tierra, atraída por la fuerza de la gravedad?
Su razonamiento fue el siguiente: puede ser que la Luna sea atraída efectivamente por la Tierra, pero que la velocidad de su movimiento a través del espacio contrarreste la atracción de la gravedad terrestre. Además, si la fuerza que tira de la manzana hacia la tierra también tira de la Luna hacia ésta, esa fuerza tiene que extenderse muy lejos por el espacio; y a medida que se extienda por el espacio, tiene que hacerse cada vez más débil.
Cuenta la leyenda que en 1666, cuando Isaac Newton contaba veintitrés años, vio caer una manzana de un árbol. No era la primera vez que lo veía, ni él ni muchas otras personas, por supuesto. Pero esa vez Newton miró hacia arriba: sobre la campiña inglesa, en medio del cielo diurno, se divisaba una media luna muy tenue. Newton se preguntó: ¿por qué la Luna no cae, igual que la manzana, hacia la Tierra, atraída por la fuerza de la gravedad?
Su razonamiento fue el siguiente: puede ser que la Luna sea atraída efectivamente por la Tierra, pero que la velocidad de su movimiento a través del espacio contrarreste la atracción de la gravedad terrestre. Además, si la fuerza que tira de la manzana hacia la tierra también tira de la Luna hacia ésta, esa fuerza tiene que extenderse muy lejos por el espacio; y a medida que se extienda por el espacio, tiene que hacerse cada vez más débil.
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